El fracaso de la gobernanza como epicentro de las crisis mundiales
Cambio de trayectoria:
Pensando en la integración de la resiliencia y la recuperación del COVID-19 hacia el objetivo de 1,5°C
15 de junio de 2020, 9:00 a.m. - 10:30 a.m.
Organizado conjuntamente por el presidente del Grupo AOSIS, el presidente del grupo de los países menos adelantados (PMA) de la CMNUCC, y la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR)
Si atendemos a la actualidad informativa, podríamos tener la falsa impresión de que la emergencia climática ya no representa un tema de preocupación para el planeta: COVID-19 está acaparando todos los titulares.
Esto es comprensible dada la escala de muertes, contagios y pérdidas económicas que el coronavirus ha infligido, y sigue infligiendo, especialmente en los países más vulnerables, los grupos de población más pobres y las personas marginadas.
Es normal que, a pesar de innumerables advertencias, las personas preocupadas por la gestión de desastres expresen su desesperación por la inadecuación de las medidas adoptadas por muchos países para prepararse ante esta pandemia.
Lamentablemente, la situación no debería sorprendernos tanto si pensamos en el grado de negligencia que ya hemos tenido oportunidad de observar en otros temas de semejante alcance mundial.
Ha habido una clara falta de acción por parte de muchas naciones industrializadas para reducir las emisiones de carbono con el fin de frenar el calentamiento global y así cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de 1.5°C, nuevamente a pesar de las incontables advertencias.
Otra preocupación de carácter mundial que se ha puesto de relieve en las últimas semanas debido al trágico asesinato de George Floyd, un ciudadano estadounidense negro desarmado, a manos de la fuerza policial, es el racismo y la xenofobia, un problema histórico que ha levantado protestas a nivel mundial.
Esto ha llevado al Secretario General de la ONU a iniciar “una conversación honesta” sobre el racismo dentro de la organización.
Las fallas de gobernanza en el centro de las crisis mundiales son sintomáticas de un fracaso de larga data de la actuación de políticos y formuladores de políticas, e incluso de nuestras propias comunidades, para invertir en soluciones que aborden estos desafíos globales.
Y no nos equivoquemos. No se trata de fenómenos aislados.
La investigación realizada por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres y sus asociados confirma la naturaleza sistémica del riesgo de desastres y cómo una amenaza, ya sea natural o antropogénica, puede interactuar con otra amenaza para producir un efecto dominó no siempre obvio para los organismos que se ocupan de la gestión de desastres.
Sabemos, por ejemplo, que COVID-19 está contribuyendo a que se den abusos contra los derechos humanos de las personas vulnerables, mujeres, niños y jóvenes, trabajadores migrantes y quienes han perdido su fuente de ingresos.
Una de las consideraciones clave a tener en cuenta cuando pensamos en resiliencia y en cómo recuperarnos de COVID-19 de la mejor manera, debe ser la dignidad humana.
La recuperación de la crisis de COVID-19 brinda la oportunidad de repensar nuestros sistemas socioeconómicos y construir un futuro más verde, más equitativo y más resiliente.
Para abordar la naturaleza sistémica de los riesgos revelados por la pandemia, no podemos trabajar en silos. Soy consciente de que hemos estado repitiendo esto y que, en última instancia, el COVID-19 nos ha dejado totalmente en claro cuáles son las consecuencias de trabajar de forma aislada.
Debemos comprender cuáles son los riesgos e implementar soluciones que abarquen sectores como el agua, el saneamiento y la higiene; la educación; la salud y la nutrición; los medios de subsistencia; la protección infantil y social; el refugio y vivienda; y los espacios públicos abiertos.
La reducción del riesgo de desastres es el resultado deseado de todas las medidas que se pueden tomar para reducir la pérdida de vidas, lesiones y desplazamientos, daños a la infraestructura crítica y la pérdida de acceso a los servicios básicos.
Hay una condición crucial que debe cumplirse antes de abordar cualquiera de los otros factores de riesgo: la buena gobernanza.
Unas estrategias sólidas e inclusivas para la reducción del riesgo de desastres que sean coherentes con la acción climática pueden ser la base para una buena gobernanza en cada país y cada ciudad. El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015-2030) establece un plazo hasta 2020 para tener estrategias de este tipo en países y ciudades.
Exhorto a las Sociedades Nacionales miembros de la FICR a que se comprometan con sus puntos focales nacionales del Marco de Sendai para garantizar que estas estrategias sean sólidas, inclusivas y de gran alcance, y también me gustaría alentar la cooperación para apoyar su implementación.
Estas estrategias pueden ayudar a modificar nuestra trayectoria actual garantizando que la resiliencia se convierta en el patrón de oro para la recuperación del COVID-19.
La incapacidad para abordar los desafíos globales comienza en el nivel nacional con fallas en la gobernanza, y sin una gobernanza buena y sólida a nivel nacional, las ciudades y las comunidades no pueden evitar una mala planificación de desarrollo urbano o la degradación de los ecosistemas. Y,esto a su vez alimentará el deterioro de la salud, la educación y una mayor pobreza.
En este momento en el que nos vemos golpeados por desastres múltiples simultáneos, reflexionemos sobre cómo podemos convertir las crisis en oportunidades para construir un futuro resiliente, donde todos y cada uno de los individuos y las comunidades tengan poder y resiliencia.
Recordémonos a nosotros mismos que ya contamos con potentes planes orientadores a nivel mundial para alcanzar los ODS: el Acuerdo de París, el Marco de Sendai, la Agenda para la Humanidad, la Nueva Agenda Urbana, la Agenda de Acción de Addis Abeba.
Todos estos documentos y acuerdos están centrados en las personas y abordan nuestros derechos humanos.
Necesitamos revivir el espíritu de 2015, recuperarnos mejor de COVID-19 y reanudar nuestro viaje hacia 2030.